Comunicaciones ArquiMérida

ORAR CON LA PALABRA REFLEXION EN EL VI DOMINGO ORDINARIO -ciclo c-

Palabra

Pbro. Cándido Contreras

Los textos bíblicos que la liturgia nos propone para leer, orar, meditar, predicar y asumir en este domingo, tocan uno de los aspectos más importantes para el ser humano: la felicidad. La afirmación fundamental es que Dios, la felicidad suprema, quiere que todos seamos felices.

Para los creyentes cristianos sólo es feliz quien opta por el bien. La primera lectura, el salmo responsorial y el evangelio, con diversos acentos, afirman que la felicidad sólo en Dios y desde Dios la podemos alcanzar. El texto del profeta Jeremías causa un profundo impacto porque utiliza una expresión muy fuerte al inicio: “¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor!” (Jeremías 17,5). Este texto, entre otros significados, viene a decirnos que, quien se apoya sólo en sus fuerzas, o en sus capacidades, pero sobre todo en sus caprichos, egoísmos y apetencias, quedará totalmente frustrado. Esta idea está también en el trasfondo del salmo 1 y en el texto de las bienaventuranzas, según san Lucas.

La cultura, en la que estamos inmersos, aunque aparentemente nos ofrece felicidad en último término nos sumerge en la tristeza y en la frustración; a lo largo de los siglos el ser humano se ha creído Dios y pretende ser omnipotente. La verdad es que nadie lo es, ni lo puede ser. Todos los seres humanos somos limitados, necesitamos de los demás y de la naturaleza; somos criaturas limitadas y frágiles. Ser conscientes de esto no puede llenarnos de amargura y frustración; nuestro ser limitado se puede abrir a quien es Misericordioso, Omnipotente y que nos invita a vivir en relación de amistad con él y con nuestros semejantes.

Los inmensos logros humanos pueden ser una ayuda para construir, con la ayuda de Dios, un estilo de vida donde no sea el lucro, el placer, el egoísmo y el capricho personal los que rijan el pensamiento y el sentimiento de las personas. Todos podemos tener una gran calidad de vida si nos abrimos al verdadero amor pues, como bien lo afirmó san Pablo, “Quien ama no le hace daño a su prójimo” (Romanos 13,10). Lamentablemente el ser humano, regido por su caprichoso egoísmo, no quiere vivir la fraternidad.
Los verdaderos creyentes han hecho la experiencia del verdadero amor y, por tanto, han descubierto la auténtica felicidad. A lo largo de los siglos, y en todas las culturas, encontramos personas que van haciendo el bien, sin necesidad de hacer ruido. Es interesante que el autor del libro del Apocalipsis, guiado por el Espíritu Santo, logra vislumbrar el triunfo del bien al final de la historia humana. Lo describe poéticamente “Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con fuerte voz: La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero” (Apocalipsis 7, 9-10).

La invitación es a ser parte de esa muchedumbre triunfal que, perseverando en el bien, logra derrotar el egoísmo que siempre conduce al fracaso personal, familiar, institucional y social. El Señor Jesucristo nos propone ser parte de su familia; nos invita a construir una gran fraternidad; nos propone la cultura de la paz, de la justicia, de la honestidad, de la alegría y de todo aquello que nos humaniza. La imagen de ser árboles productivos es muy sugerente aún en la cultura actual. Todo ser humano puede hacer algo en bien de los demás sin esperar nada a cambio. La persona que acepta la invitación es feliz en esta vida y tiene asegurada la felicidad eterna.

ORACION EN EL SEXTO DOMINGO ORDINARIO -ciclo c-

Señor Jesucristo, Maestro de la Vida y la Verdad,
tu invitación a ser bienaventurados,
a ser totalmente felices,
sigue resonando en la humanidad.
Te damos gracias por repetir, una y otra vez,
esta invitación a toda la humanidad.

Oh Señor y Maestro,
todos queremos ser felices
pero en medio de nuestra cultura
confundimos la felicidad solo con el placer;
muchos creemos que el egoísmo y el capricho
son los que deben dominar y regir nuestra conducta.

Oh Señor y Maestro,
queremos ser como árboles productivos
plantados junto a la fuente de la vida.
Queremos estar siempre unidos a tu amor
y que ninguna realidad nos separe de Ti.
Danos la fuerza de tu Santo Espíritu
para construir la fraternidad que nos propones. Amén.