Departamento de liturgia/Comunicaciones
(09-06-2025) La Virgen María, madre de Jesús, es reconocida por los católicos bajo muchas advocaciones. Una de las más significativas en nuestra fe es la de María, Madre de la Iglesia. Esta advocación nos invita a contemplar el papel maternal de María no solo hacia su Hijo, sino también hacia todos los fieles que forman parte del Cuerpo de Cristo, es decir, la Iglesia.
Origen de la advocación
La expresión “Madre de la Iglesia” no es nueva. A lo largo de los siglos, diversos santos y padres de la Iglesia se han referido a María con este título. Sin embargo, fue el papa San Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II, quien proclamó oficialmente a María como “Madre de la Iglesia” el 21 de noviembre de 1964. Con esta declaración, se reconocía solemnemente su presencia y su papel espiritual en el nacimiento y crecimiento de la Iglesia.
Más recientemente, en 2018, el Papa Francisco estableció que la memoria litúrgica de María, Madre de la Iglesia, se celebre cada año el lunes después de Pentecostés. Esta fecha resalta su presencia en el Cenáculo, orando con los apóstoles, en el nacimiento de la Iglesia por obra del Espíritu Santo.
Su papel como madre espiritual
María no solo fue madre de Jesús en la carne; también es madre de todos los discípulos de Cristo. En el momento de la crucifixión, Jesús le dijo a su discípulo amado: “He ahí a tu madre” (Jn 19, 27). En esas palabras, los cristianos encontramos un regalo: Jesús nos entregó a su Madre como madre nuestra también.
Como madre de la Iglesia, María acompaña, intercede y protege a todos los bautizados. Su ejemplo de fe, humildad y entrega total a la voluntad de Dios sigue siendo una guía luminosa para todos los creyentes. Ella nos enseña a decir “sí” a Dios, incluso en medio del dolor y la incertidumbre.
Una madre cercana
Aunque su título sea solemne, María, Madre de la Iglesia, no es una figura lejana o inaccesible. Por el contrario, es una madre cercana, que conoce nuestras luchas y dificultades. En cada comunidad cristiana, en cada parroquia, María está presente como madre amorosa que acompaña el caminar del Pueblo de Dios.
La advocación de María, Madre de la Iglesia, nos recuerda que no caminamos solos. Como Iglesia, tenemos una madre que vela por nosotros, que intercede por nuestra fidelidad a Cristo y que nos anima a vivir con esperanza. Celebrarla es reconocer que el amor materno de María sigue obrando en el corazón de la Iglesia y de cada uno de sus hijos.