Comunicaciones ArquiMérida

Grupos de apostolado y movimientos laicales, un mosaico que une la fe y el servicio por la iglesia

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Los distintos grupos de apostolado y movimientos laicales que sirven a la Arquidiócesis de Mérida son como las piezas de un mosaico vivo, donde cada carisma suma para formar una imagen vibrante de fe y servicio

Isvait Toro-Pasante ULA

(24-06-2025) Un mosaico se crea uniendo pequeñas piezas de diversos materiales como piedra, vidrio o cerámica, llamadas teselas. Estas se fijan a una superficie para formar una imagen o patrón.

Lo fascinante es cómo cada pequeña parte, simple por sí misma, se une para crear algo mucho más grande y complejo. Algo similar ocurre con los diversos grupos de apostolado y movimientos laicales que dan vida y servicio en la Iglesia merideña.

Agradecimiento y llamado a la evangelización

Monseñor Helizandro Terán, arzobispo de Mérida, expresó su profundo agradecimiento a todos los que hacen parte del servicio vivo de la Iglesia.

Destacó la importancia de estos espacios para los servidores que, desde su misión particular, «ayudan a construir el reino de Dios y proporcionan desde su carisma un espacio para vivir la fe».

Monseñor Terán enfatizó la necesidad de seguir fomentando estas iniciativas que «permiten dar a conocer la diversidad dentro de la Iglesia» y «llevar el mensaje del Evangelio desde la particularidad de cada movimiento que el Espíritu Santo permite desarrollar».

El arzobispo manifestó su alegría al ver a «tantos hombres y mujeres, jóvenes y niños que integran los diferentes grupos que trabajan y dan lo mejor de sí, en esta Iglesia merideña que peregrina gracias a cada uno de ustedes».

La transformación por el evangelio

Dirigiéndose a los grupos, Monseñor Terán detalló la esencia de su labor evangelizadora: «siempre y cuando se transmita una experiencia de Jesús vivo y resucitado en la actualidad». Subrayó que, más allá de la labor pastoral, es fundamental una «experiencia viva e íntima con el Señor para poder llegar a los demás».

El arzobispo recalcó que «lo que predicamos con los labios debe estar ligado a una experiencia de vida profunda, que es lo que convence de verdad».

Insistió en que «lo que verdaderamente seduce es ver en la vida del otro la presencia de un Dios que ha transformado la vida, que ha transformado el corazón, que ha transformado la mente».

Concluyó con una invitación a la reflexión: «Nuestro trabajo debe iniciar en esa experiencia profunda de dejarnos transformar por el evangelio y dejando que vaya generando en nosotros maneras distintas de comprender la realidad».