En medio de los daños causados por las lluvias torrenciales que azotaron Mérida el pasado 24 de junio, la fe del pueblo andino ha resplandecido como un faro inquebrantable: mientras las aguas arrasaban capillas y comunidades enteras, los fieles veían en cada signo un milagro, una promesa de esperanza y la certeza de que Dios no abandona a los suyos
Prensa Arquidiócesis de Mérida
(27-06-2025) La profunda fe del pueblo merideño se ha convertido en faro de esperanza tras los deslaves provocados por las intensas lluvias del pasado martes 24 de junio, que causaron desbordamientos e inundaciones, especialmente en las cuencas de los ríos Motatán, Chama y Santo Domingo, dejando al estado en situación de emergencia, al menos 12 municipios de la entidad andina.
En la comunidad de La Vega, perteneciente a la Parroquia Basílica Menor Santa Lucía de Timotes, el río arrasó con la capilla de la Virgen del Perpetuo Socorro. Sin embargo, milagrosamente, la sacristía y la pared donde permanecía el Sagrario con el Santísimo Sacramento quedaron intactas. Para los fieles, este hecho fue una clara señal del poder y la presencia de Dios en medio de la tragedia.
Gregorio Mendoza, ministro laico y testigo del suceso, expresó: “Dios sabía lo que hacía (…) confiaba firmemente que no le iba a pasar nada al Santísimo Sacramento. Eso es muestra de que Dios es el que sostiene todo, que es el protector”. Con estas palabras, Mendoza resume la fe sencilla pero profunda que sostiene a tantas comunidades.
También en Cacute se vivió un momento cargado de espiritualidad: los fieles, en un acto de profunda devoción, sacaron en procesión la imagen del Santo Niño Jesús desde su capilla para rogar por el cese de las lluvias.
Justo en ese momento, según comentan testigos, la lluvia se detuvo. Este gesto ha sido considerado por muchos como un signo del cielo, un pequeño milagro en medio del dolor.
El jueves 26 de junio, la imagen de Jesús Nazareno fue expuesta frente a la Basílica Menor Santa Lucía de Timotes, y la Sociedad de San Benito de Palermo realizó una procesión con el Santo Negro por las zonas más afectadas, como Puente Real, Arenales, Las Playitas y San Rafael. A cada paso, se elevaban oraciones por el fin de las lluvias, la protección de los hogares, la vida y los cultivos.
De igual manera, en diversas parroquias de la Arquidiócesis de Mérida se llevaron a cabo Horas Santas durante ese mismo día, dedicadas especialmente a orar por todos los damnificados y por quienes han perdido bienes materiales, reconociendo que en la oración comunitaria también se edifica la esperanza.
Las lluvias han afectado a 12 municipios del estado Mérida, dejando a cientos de familias damnificadas, vías destruidas, comunidades incomunicadas y graves daños en infraestructuras. Sin embargo, en medio de la dificultad, el pueblo andino ha respondido con aquello que lo caracteriza: una fe firme, confiada, que no se rinde y que sabe ponerlo todo en las manos de Dios.
Lo vivido en La Vega, Cacute, Timotes y tantas otras comunidades es testimonio de que la fe permanece. En la oscuridad, brilla la esperanza, y es allí donde el corazón creyente del pueblo merideño sigue latiendo con fuerza, sabiendo que Dios no abandona a los suyos.