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Las Fraternidades Seglares Agustino Recoletas de Mérida y Táchira celebraron sus Ejercicios Espirituales

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Con el lema “Caminar juntos en la audacia del Espíritu”, las Fraternidades Seglares Agustino Recoletas de Mérida y Táchira realizaron sus Ejercicios Espirituales 2025, un encuentro de formación y reflexión que reunió a más de treinta participantes en diferentes centros de espiritualidad

Prensa Arquidiócesis de Mérida

(30-09-2025) Del 26 al 28 de septiembre de 2025, las Fraternidades Seglares Agustino Recoletas (FSAR) de Mérida y Táchira vivieron sus Ejercicios Espirituales Agustinianos, un encuentro de fe y silencio que se desarrolló de manera simultánea en tres casas: la Casa Emaús de las Hermanas de la Presentación de la Virgen María en Granada, la Casa de Ejercicios San Javier del Valle en Mérida, guiada por los Padres Jesuitas y las Hermanas Reparadoras del Sagrado Corazón, y la Casa de Espiritualidad Agustino Recoleta en Ejido, de la Orden de Agustinos Recoletos.

El lema que acompañó este retiro fue: “Caminar juntos en la audacia del Espíritu”, iluminado por cinco verbos clave: escuchar, dialogar, discernir, compartir y caminar. Un total de treinta y dos laicos participaron en esta experiencia, guiados por Fray José Gabriel Rodríguez, OAR, Asesor Nacional de las FSAR, y con el apoyo logístico de los Jóvenes Agustino Recoletos de Mérida.

Los Ejercicios fueron una oportunidad para adentrarse en la espiritualidad de San Agustín, quien, tras una larga búsqueda, descubrió que en lo más profundo de su corazón habitaba Dios como Maestro Interior. Inspirados por su ejemplo, los fraternos dedicaron estos días a dejarse transformar por la gracia del Espíritu Santo, reconociéndose amados por el Padre en Jesucristo.

La experiencia se desarrolló siguiendo la dinámica agustino-recoleta de la lectura orante de la Palabra de Dios: leer, meditar, orar, contemplar y comunicar. Este camino ayudó a los participantes a descubrir la voz del Espíritu en la Escritura y en el clamor de los hermanos.

En un ambiente de silencio, oración y comunión fraterna, los laicos de Mérida y Táchira confirmaron su vocación de ser parte viva de la Iglesia y testigos de la esperanza. La certeza que quedó en sus corazones es clara: caminar juntos como peregrinos hacia la Jerusalén celeste, como hijos de la Iglesia y miembros de la gran familia agustino-recoleta.