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«Un Arzobispo con corazón salesiano para Caracas»

Miembro de la gran familia salesiana, Su Excelencia Monseñor Raúl Biord Castillo, se ha convertido en el día del Apóstol San Bartolomé, en el XVII Arzobispo Metropolitano de Caracas.

Nació en Catia, Caracas, posteriormente fue presentado en las tierras mirandinas de San Antonio de los Altos y formado en la escuela de Don Bosco, bajo sus premisas de “alegría, estudio y piedad”, programa con el que ha pastoreado y hecho feliz a tantas almas por 35 años como sacerdote, y 10 años como obispo de la Diócesis de La Guaira.

Caracas recibe un Arzobispo con corazón salesiano, dispuesto y generoso para acompañar y animar la pastoral de este gran rebaño del pueblo de Dios. Le conocimos como el Obispo de La Guaira de gran cercanía y conocimiento profundo de cada rincón de sus comunidades, haciendo realidad su lema de pastor: “Testigo de su Resurrección”. Se hizo “baquiano de los caminos de la montaña”, con sus visitas a nuestros pueblos del sur merideño, donde se le recuerda por su pasión por la gente, su solidaridad por hacer visibles a los más alejados enseñando el verdadero significado de ser misioneros del amor, del perdón y del servicio.

Ha sido el mismo Papa Francisco quien ha retado a toda la Iglesia a ser una comunidad en salida, misionera, no encerrada en sí misma. Esto no siempre es fácil de llevar a la realidad por las mentalidades y estructuras eclesiales encerradas en sí mismas. Sin embargo, desde la puesta en funcionamiento de los vicarios de pastoral en cada una de las Iglesias particulares, hemos visto en Monseñor Biord, el pastor con una nueva actitud para rejuvenecer a la iglesia local, para darnos iniciativas para que muchas personas lleguen realmente al conocimiento de Jesús.

Por eso, como lo dice el mismo monseñor Biord: “El verdadero fin de la sinodalidad es la misión a la que estamos llamados, en la que estamos involucrados y comprometidos”. Y como también lo advierte el nuevo Arzobispo sinodal, “corremos la tentación de enredarnos en la sinodalidad como organización, y no comprender su auténtico alcance de ser impulso a la misión, a salir de círculos cerrados, e ir por las calles a anunciar la alegría del Evangelio”.

Como sabemos, una Diócesis es una estructura jurídica y administrativa de una comunidad de fieles, dentro de un determinado territorio, al frente del cual se encuentra un Obispo. Pero las diócesis no se encuentran aisladas e independientes, sino conforman organizaciones denominadas “provincias eclesiásticas” al frente de las cuales se encuentra una “arquidiócesis”, es decir, otra diócesis con mayor antigüedad, prestigio, importancia histórica o ubicación estratégica. La primera diócesis creada en Venezuela sería Coro en 1531.

En 1636, el Rey Felipe IV de España ordenó el traslado de la sede episcopal de la ciudad de Coro a Caracas y en 1638, el templo original adquiere finalmente el título de Catedral. El 15 de noviembre de 1804 se dio cumplimiento a la Real Cédula del 16 de julio en la que se notificaba la elevación de la Diócesis de Venezuela a Arzobispado, centralizándose en torno a Caracas las Diócesis de Guayana y Mérida. Como bien lo decía en su homilía en el inicio de su pastoreo caraqueño monseñor Biord: “la Arquidiócesis ha compartido la historia de Venezuela, no como espectador indiferente, sino como madre fiel y solícita”.

Pedimos al Buen Pastor le conceda de su tío abuelo, Lucas Guillermo Castillo, X arzobispo de Caracas y primado de Venezuela, su mansedumbre humilde, rebosante de caridad pastoral, que lo disponga a servir incansablemente, sobre todo a la gente sencilla y pobre de nuestra capital caraqueña. Y nos hacemos eco de su plegaria: “en esta hora difícil, llena de conflictos, violencia y resentimientos, nos conceda la gracia de sentirnos y tratarnos como hermanos, y que todos busquemos sinceramente y en conciencia, no nuestros intereses personales, sino el verdadero bien de nuestra patria Venezuela”.

P. Edduar Molina