Las historias de las parroquias se escriben, cada día, con la “imperfección” de nuestras manos, con nuestras carencias y debilidades, nuestros esfuerzos y fatigas, con el trabajo en equipo del sacerdote y los laicos, son también historias de Dios. Vivir esta experiencia nos ayuda a comprender que la Providencia divina sigue escribiendo hoy la historia de la Iglesia.
Hablamos hoy de avanzar en la Iglesia, en el caminar juntos en la misión, como discípulos y misioneros, con la actitud del buen samaritano, asumiendo este proceso de sinodalidad en tiempos de renovación y transformación de la realidad encarnada en el Evangelio de la Vida.
Otro de los rasgos que exige el nuevo estilo de parroquias sinodales es el rasgo de la corresponsabilidad, bajo la guía del Espíritu, que nos ayude a comprender lo que cada uno puede hacer en su propio ambiente, en sus propias comunidades, para hacer crecer el Reino. La sinodalidad ayuda a la Iglesia a estar centrada, tanto en la dimensión de la comunión, como en la del anuncio del Evangelio gracias a la reafirmación de la «corresponsabilidad». El estilo sinodal implica, plenamente, a todos los bautizados, es el gran talento que el Espíritu Santo ha puesto en nuestras manos, en nuestro tiempo, afirma el Papa Francisco.
En algunas parroquias de la Arquidiócesis, estamos viviendo cambios de párroco, experiencia de comunión y corresponsabilidad, que nos invita a asumir con mayor compromiso la misión evangelizadora a todos los bautizados.
Vale la pena hacer un repaso por el rito litúrgico de toma de posesión del nuevo párroco, que, en nombre del Señor Arzobispo, se hace cargo de hacer presente el anuncio y la gracia de los sacramentos, unido al testimonio de caridad fraterna.
La celebración inicia con la procesión de entrada que se desarrolla, como signo de que somos Iglesia peregrina que va de paso por este mundo hasta la eternidad. Se procede a la lectura del nombramiento del párroco, con los encargos específicos de cuidar, apacentar, dar vida en abundancia a los fieles en nombre de Cristo. Sigue la “Profesión de fe” recitada por el Obispo y el juramento de fidelidad, que realiza el párroco. Tradición que nos recuerda que lo que transmitamos y anunciamos no viene de los hombres, sino del mismo Señor Jesús que nos envía a anunciar lo que hemos visto y oído, la Palabra que tiene vida en abundancia.
Otro de los signos de envío misionero en este rito de toma de posesión, es el de la entrega de los diversos lugares celebrativos: En primer lugar, se dirige hasta la puerta de la Iglesia, el Obispo entrega al nuevo párroco las llaves del templo mientras le dice: “Recibe las llaves de esta Iglesia como signo de autoridad. Cuida de abrirla oportunamente para que los fieles puedan acudir a celebrar los misterios cristianos y a orar en la presencia del Señor. Procura también que, en la misma forma que cuidas que las puertas de este templo estén abiertas, abras también para Dios, con tu palabra y con tu conducta, el corazón de los fieles”.
En algunas ocasiones se hace entrega del campanario, en las que se quiere significar “convocar a tus fieles, apresurarse para congregarse y señalar los tiempos de oración”.
Luego el nuevo párroco y el obispo se trasladan al confesonario, signo de nuestra realidad humana, hombres pecadores, pero redimidos por Cristo en el sacramento de la reconciliación. Con el encargo que la misma acción pastoral que coordines en esta parroquia suscite en el corazón de la gente la conversión y la penitencia.
Le sigue la entrega de El Sagrario. El Santo cura de Ars, patrono de los párrocos, tenía como centro de su vida a la Iglesia, y como corazón de la Iglesia El Sagrario. El Obispo pone en sus manos El Sagrario del templo parroquial para que sea el corazón de su sacerdocio y lo haga el centro de la vida divina de esta comunidad.
Seguidamente se trasladan a la fuente de la vida cristiana, el Bautisterio, con estas palabras: “Te entrego la pila bautismal para que en esta comunidad a ti confiada cumplas el mandato de Jesucristo que ´vayan por todo el mundo bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo´”. Te recuerdo que tu preocupación no será solo la de hacer nacer a los hombres a la vida divina por el bautismo, sino también la de guiarlos en el crecimiento y maduración de la Gracia que Dios ha depositado en ellos”.
El rito de entregas culmina en la Sede, lugar de enseñanza como lo enseña el libro de los Hechos, los primeros cristianos se reunían a los pies de los apóstoles para escuchar la Palabra, para orar y para celebrar la fracción del pan. El Obispo le encomienda prolongar esta misión, llevando esta presidencia con humildad, con la mejor disposición de servicio al pueblo de Dios. Culmino con las palabras de gratitud del Papa Francisco a los párrocos del mundo el 2 de mayo de este año: “Los párrocos conocen la vida del Pueblo de Dios desde dentro, sus fatigas y sus alegrías, sus necesidades y sus riquezas. Por eso una Iglesia sinodal necesita a sus párrocos; sin ellos nunca podremos aprender a caminar juntos, nunca podremos recorrer ese camino de la sinodalidad que es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”.
P. Edduar Molina