Comunicaciones ArquiMérida

Desde mi Parroquia: “Los retos del Papa León XIV”

Padre Edduar Molina

Pasadas las seis de la tarde del 8 de mayo, la fumata blanca de la Capilla Sixtina anunciaba que la Iglesia contaba con un nuevo Papa: León XIV. Agustino estadounidense de 69 años, nacido en Chicago, que llegó a ser Prior General de la Orden durante doce años, con una fecunda experiencia misionera amasada en las tierras peruanas de Chiclayo.

Apenas dos años atrás, el Papa Francisco lo llamó a ponerse al frente del Dicasterio para los Obispos, un cargo de confianza plena que le permitió conocer y tener una visión amplia sobre los pastores que rigen la Iglesia Universal.

El proceso del cónclave reveló al mundo la unidad del colegio cardenalicio y la obra del Espíritu Santo, con apenas 24 horas de desarrollo técnico y cuatro votaciones, favorecieron el futuro de un pastor universal que se ha identificado con la reforma sinodal de Bergoglio pero, sobre todo, que ha testimoniado con su vida la Iglesia discípula y misionera, presente en las periferias.

El Papa con sello agustiniano, por su sentido de comunidad como centro, protagonista de la actualización del Concilio Vaticano II por la vía emprendida en el “Evangelii Gaudium”, seguramente animará en la Iglesia el carisma de pastores con olor a oveja de manera efectiva y afectiva y de una presencia más discipular de los laicos en la parroquia, “comunidad de comunidades”.

Recordemos las palabras con las que se presenta desde la logia de las bendiciones: “Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cerca, especialmente de aquellos que sufren”.

León XIV no es una copia de Francisco ni tiene que serlo. Su nombre nos evoca a León XIII, el papa de la Doctrina Social que supo responder a los desafíos de la Revolución Industrial poniendo en el centro la dignidad de los trabajadores; hoy León XIV le corresponde comprometerse con lo que llamó el Papa Francisco “un cambio de época, no una época de cambio”, con el desafío de dar respuesta a otras revoluciones sociopolíticas y económicas, a los gozos y esperanzas de la gente de nuestro tiempo, que se mueven en medio de la inteligencia artificial, las migraciones forzadas, el cambio climático, la Tercera Guerra Mundial “por fascículos”, en los que el Evangelio tiene que ser encarnado para que produzca vida en abundancia.  

Otro de los grandes desafíos es el antropológico, el hacer valer la enseñanza que la Iglesia transmite, el ser humano ha sido creado “a imagen y semejanza de Dios”, frente al avance de la Inteligencia Artificial y el incremento de los problemas bioéticos: experimentación con embriones, vientres de alquiler, aborto, eutanasia, eugenesia. El fortalecer la “iglesia doméstica”, porque Dios los creó “hombre y mujer”, frente al enorme desafío que supone la progresión de ideologías que promueven la transexualidad, el transhumanismo y las teorías de género.

Seguramente otro de los retos gigantes, y de los más sensibles al Papa León XIV, será sin duda hacer resonar su voz profética en defensa de los descartados, los inmigrantes, pobres, marginados, enfermos, ancianos, personas solas, niños no nacidos, madres forzadas a abortar, y las personas víctimas de violencia. Porque para la Iglesia siempre es voz de los que no la tienen, y si es verdad que la pobreza es una virtud cuando se abraza voluntariamente, cuando es una estructura de pecado se debe combatir a partir de la luz del Evangelio.

El reto de garantizar la unidad tras el sínodo de la sinodalidad, como el mismo lo ha dicho: «Y caminar juntos con ustedes, como una Iglesia unida, siempre buscando la paz, la justicia, siempre tratando de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros”, buscando el consenso, siendo capaz de aglutinar en torno a Cristo las diferentes sensibilidades. Tal y como recoge su lema episcopal: In illo uno unum (En el único Cristo somos uno).

Frente a la realidad de una Iglesia con más de 400 millones de cristianos que viven hoy en países donde son perseguidos a causa de su fe, sin dejar de mencionar el martirio incruento que existe en occidente para quienes quieren vivir su fe católica con coherencia y radicalidad, la Iglesia tiene el reto de garantizar su independencia de los poderes políticos y de las ideologías que parcializan y paralizan la experiencia de fe cristiana.

El nuevo Sucesor de aquel apóstol que dio su vida por Cristo tendrá que prestar su voz, sus ojos y sus manos a todos aquellos que siguen, hoy, padeciendo el mismo martirio y nosotros, conscientes de nuestro compromiso misionero le decimos como los otros apóstoles le dijeron a Pedro cuando salió a la dura faena de la pesca (Jn 21,3) “nosotros también vamos contigo León XIV”.