Pbro. Cándido Contreras
Los cristianos mientras peregrinamos en esta tierra estamos sometidos al tiempo y al espacio; pero, tanto la una como la otra dimensión son para nosotros relativas y no absolutas; el Señor Dios, es un misterio trinitario, quiso compartir el espacio y el tiempo, pero nos enseñó a trascenderlos. La Solemnidad de la Ascensión es un episodio que se da en el tiempo y el espacio terrenal; pero, sólo adquiere su pleno sentido, más allá de los mismos, en la eternidad. Según el autor del libro de los Hechos de los Apóstoles, el Señor Jesús: “Se les presentó (a los apóstoles) después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios”. El mismo autor nos dice, en el tercer evangelio, que: “los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo). Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”.
La singular experiencia vivida por los primeros apóstoles y discípulos del Señor, es motivo de fe para todos los creyentes; cada domingo confesamos públicamente: “Creo que al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso”. Esta confesión fortalece y alienta nuestra esperanza que también nosotros viviremos esa realidad.
Pero celebrar la Ascensión del Señor no es solamente una mirada al futuro; el Señor Jesús les confió a sus primeros discípulos su mensaje y su estilo de vida; hizo un acto de fe, el cual mantiene hasta ahora, en que los creyentes en Él sí podemos, sí somos capaces, de vivir el mandamiento del amor, sirviéndonos con alegría los unos a los otros. Conociéndonos a todos desde la eternidad, sabiendo nuestras fragilidades, infidelidades y debilidades, sigue confiando en cada discípulo/a para llevar adelante su obra liberadora.
Nuestro Buen Dios es el Omnipotente que lo puede hacer todo sin contar con la ayuda de nadie; según nuestra mirada humana, Él podría resolver todos los problemas de convivencia que hemos creado; sin embargo, Él nos quiere hacer coprotagonistas de la salvación. Según el evangelista Juan: “La gloria de mi Padre está en que den mucho fruto, y sean mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea colmado” . ¡Misterio grande de amor y confianza por parte del Señor!
A lo largo de los siglos los creyentes hemos tratado de responder a la confianza del Maestro; son muchas las obras que testimonian la presencia del cielo en la tierra; son muchas las personas que han vivido de forma radical su amor a Dios, expresado en el amor al prójimo; de algunos sabemos sus nombres y sus actividades, pero de la gran mayoría no sabemos nada. Hay tantas cosas buenas en nuestro mundo que sólo con el Espíritu del Señor se pueden realizar.
Asumimos para nosotros la oración de san Pablo en su carta a los efesios: “Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, les dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de su corazón para que comprendan cuál es la esperanza a la que los llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro”.
ORACION EN LA ASCENSION DEL SEÑOR -ciclo c-
Señor nuestro Jesucristo,
Crucificado, Resucitado y Ascendido al cielo,
nos queremos postrar existencialmente ante Ti
para recibir tu divina bendición.
Humanamente nos gustaría verte físicamente,
que estuvieras siempre tangible para nosotros
y poder escuchar directamente de tus labios
las instrucciones para resolver
las diferentes situaciones que nos afectan.
Hoy quisiéramos suplicarte
vivir la alegría de tus apóstoles y discípulos
frente a la separación que implica tu Ascensión.
Desapareces físicamente
para que sepamos vivir tu presencia divina
en la aparente oscuridad de la fe
pero sí en la realidad luminosa del amor.
Danos perseverancia en la oración,
en la continua invocación de ayuda del Espíritu Santo
y en la generosa servicialidad
para con todos nuestros hermanos. Amén.