



























La parroquia Santo Domingo, en el páramo, celebró con júbilo la fiesta de San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, santo traductor de las Sagradas Escrituras, teniendo como protagonistas a los devotos con rostros pintados de negro y con sus danzas tradicionales, quienes rinden tributo al santo, siendo esta una de las principales fiestas religiosas esta parroquia.
Es una celebración llena de tradición e historia, que a lo largo del tiempo se ha sostenido en la comunidad que hoy mantiene viva en cada devoto y lugareños, quienes luego de un tiempo de preparación llegan a las vísperas de la fiesta donde inician las celebraciones centrales.
Ya el día del santo luego del toque de alba, los devotos se preparan con sus trajes característicos pantalón oscuro, camisa blanca, cinturón rojo y un pañuelo en la cabeza, acompañados con las trompetas que resuenan en los oídos de los presentes, tanto metálicas como las de cuernos de res y la profusión de fuegos artificiales o echado de voladores o cohetes al nublado cielo.
La Eucaristía solemne estuvo presidida por el Padre Ovidio Puentes, con la participación de la sociedad en pleno, los devotos y un gran número de fieles; también hicieron presencia durante la ceremonia, las principales autoridades del municipio. En la homilía, el P. Puentes hizo una reseña de la vida del santo, invitando a los devotos a imitar su ejemplo, valorando las escrituras como libro santo y la confianza en la misericordia de Dios que, con su gracia y a su tiempo permite la conversión del hombre. Finalmente se instó en el compromiso y la responsabilidad de todos en mantener el orden y procurar el respeto, principios fundamentales de un pueblo que dice ser cristiano católico. Terminada la ceremonia se tuvo la participación del director de cultura de la gobernación quién anunciaba la declaración de los danzantes negros de San Jerónimo como patrimonio de la nación.
Al finalizar la celebración eucarística se realizó la procesión con las danzas hasta el pozo de aparición para el respectivo «ritual» de los iniciados, promeseros y castigados.
ArquiMerida Prensa