Pbro. Cándido Contreras
En el cuarto domingo del Adviento la iglesia nos propone a la persona de la Virgen María, la “humilde esclava del Señor”, para aprender de ella a seguir los caminos de Dios. Ya desde el siglo segundo de nuestra era, la escasez de datos, proporcionados por los evangelios, quisieron ser compensados con relatos piadosos, pero llenos de fantasía, sobre la infancia y primera juventud de la Virgen Nazarena. A muchos cristianos nos cuesta entrar por la senda de la sencillez del actuar de Dios; nos cuesta ser conscientes de su amorosa presencia, que, a pesar de nuestros pecados, siempre está allí y actúa en nuestro favor.
La Virgen Nazarena, sin que el ángel de Dios se lo dijera expresamente, se siente enviada a servir a su prima Isabel “que a pesar de su vejez ha concebido un hijo”; más aún, ya estaba en el sexto mes del embarazo y María, “desposada con José”, va a vivir con ella, poniéndose a su servicio. Los evangelios no entran en detalles del por qué y del cómo lo hizo; sencillamente lo constatan y luego de un diálogo en el momento del encuentro, completado luego con el Magníficat, solo nos dice que “María permaneció con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa”. En el trozo del evangelio que proclamamos en el evangelio de este domingo, sólo tenemos el corto diálogo “teológico” del saludo inicial entre Isabel y la Virgen María.
Hablaba del diálogo teológico, hecho saludo, entre Isabel y la Virgen Nazarena. El evangelista Lucas, guiado por el Espíritu Santo, nos presenta la acción de Dios en la vida de aquellas dos mujeres marginales para la sociedad de su tiempo y protagonistas principales en el gran misterio de la Encarnación. Dios actúa, la mayoría de las veces, a través de la gente más sencilla pero que viven, sin estar haciendo alarde de ello, conscientes de la presencia de Dios y atentos al servicio de los semejantes.
María es reconocida por Isabel como “madre de mi Señor”; no sabemos en qué consistió el saludo por parte de la Virgen Nazarena hacia su prima Isabel. Deducimos del texto que fueron unas palabras llenas de gozo, ternura, esperanza y fortaleza, que hacen saltar de gozo a la criatura, Juan llamado el Bautista, que se está gestando en el seno de Isabel.
La Virgen Nazarea nos enseña a evangelizar desde la sencillez, desde la calidez de la palabra y desde la generosidad en el servicio. Ser buena noticia, de parte de Dios, con nuestros gestos, palabras y acciones. A mi modo de ver se nos sugiere que, con mucha delicadeza, empecemos por nuestra familia; es decir, el buen trato en la familia es fundamental si queremos que la Buena Noticia de Dios cambie la historia de la humanidad, como de hecho lo ha venido haciendo, lo sigue haciendo, sin que nos demos cuenta, y lo seguirá haciendo como es nuestra firme esperanza.
El tiempo de la Navidad, con las diversas particularidades culturales, es para los cristianos un tiempo para el reencuentro familiar; los cristianos católicos estamos llamados a darle calidad de vida a ese encuentro para dar espacio al perdón, la reconciliación y a los firmes propósitos de cambio, si nuestras actitudes distan de ser cristianas y están marcadas por el egoísmo, el resentimiento, la vanidad o la superficialidad.
A las puertas de celebrar solemnemente el Nacimiento, en nuestra carne mortal, del Salvador de toda la humanidad, asumamos la misión de ser, como la Virgen Nazarena, una Buena Noticia de parte de Dios. Tratemos de evitar discusiones y enfrentamientos inútiles; démosle espacio a la ternura familiar para erradicar la violencia que nos quiere ahogar. Compartamos el gozo “que se cumplirá todo lo anunciado de parte del Señor”.
FELIZ NAVIDAD PARA TODOS.
ORACION EN EL CUARTO DOMINGO DEL ADVIENTO -ciclo c-
Oh, Santísima Virgen María,
María Nazarena por siempre virgen,
Virgen del Adviento portadora de alegría,
Virgen del servicio portadora de bondad,
Virgen Madre de Dios, portadora del Espíritu Santo.
Gracias por tu obediencia a la Palabra de Dios.
Gracias por tu ejemplo en estar prontos para servir.
Gracias por enseñarnos a evangelizar
con las palabras, gestos y acciones.
Gracias por no buscar los aplausos
sino por intentar hacerle más vivible
la existencia a todos los seres humanos.
Ayúdanos, Virgen María Nazarena,
humilde servidora del Señor,
a construir una auténtica Navidad
para nuestros seres queridos,
para nuestros amigos y conocidos
y para quienes se acerquen a nosotros
buscando paz, alegría, perdón y amabilidad. Amén.