Pbro. Cándido Contreras
El Papa Francisco nos propuso celebrar el tercer domingo del tiempo ordinario, como “Domingo de la Palabra de Dios”; él nos invita a ser conscientes del gran regalo que el Padre Dios nos ha hecho al permitir que, su Palabra, fuese consignada por escrito; sin embargo, como bien lo indica san Pablo en 2 Corintios 3,6, no son los textos escritos por sí mismos lo que celebramos, sino el sentido, “el espíritu”, que ellos suscitan en cada momento de la historia. Algunos teólogos cristianos afirman que no somos “una religión del libro”; somos comunidades animadas por la Palabra de Dios fijada por escrito.
En el llamado prólogo al evangelio según san Lucas llama la atención que el autor afirma “que he decido, luego de haber investigado diligentemente todo (lo sucedido entre nosotros), escribírtelo por su orden”; constatamos así cómo los escritores sagrados, cada uno movido por el Espíritu Santo, de acuerdo a su tiempo, a sus capacidades y a su ambiente vital, nos trasmitieron las vivencias de sus comunidades en relación con la fe, la esperanza y la caridad. Cada comunidad encontró en esos escritos el mensaje del amor de Dios que fortalecía la fraternidad, la justicia, la libertad y todo aquello que redundaba en el bien de todos; las diversas comunidades guardaron celosamente lo que hoy llamamos “textos sagrados” porque descubrían en ellos la Palabra de Dios. Luego a principio de la llamada era cristiana se unieron formando lo que hoy llamamos Santa Biblia, “Biblioteca Santa”.
El pasaje del libro de Nehemías 8, que hoy se proclama en la liturgia, habla del gozo y la alegría que produce el texto sagrado cuando es oído y entendido; hasta hace relativamente pocos años, leer y escribir estaba reservado a unos pocos; cuando se escriben nuestros textos sagrados, la inmensa mayoría de los creyentes sólo podían oír y buscaban entender lo leído por las personas que sabían hacerlo. Hoy gracias a la masificación de la lectura y escritura y, en los últimos años, gracias a los medios electrónicos, hay mayor facilidad para leer o escuchar las Sagradas Escrituras. Pero insisto no son los textos escritos, en sí mismos, lo importante; el Espíritu Santo se vale de esos textos para hacer resonar el mensaje del amor de Dios que ellos quieren transmitir.
El texto del evangelio que hoy se proclama en las diversas asambleas eucarísticas nos relata cómo el Señor Jesús, en la sinagoga de su pueblo Nazaret, les dice a sus paisanos que la Palabra de Dios proclamada, encontraba allí, en ese día, su cumplimiento. Toda la Palabra de Dios se realiza en las personas cuando sentimos la presencia de Dios como una Buena Noticia; cuando nos sentimos liberados de las muchas prisiones donde nos quiere encerrar el maligno; cuando vemos al otro como hermano; cuando salimos de las cegueras de la rabia, del resentimiento, de la exclusión y del marginamiento; cuando creemos que cada día es un regalo de Dios.
La Palabra de Dios, fijada por escrito, se ha guardado, trasmitido, interpretado y hecha vida, a lo largo de, por lo menos, tres mil años. En cada rincón de la tierra esa Palabra es asumida como regalo y tarea. Las diversas formas como los autores sagrados nos la trasmitieron pone de relieve que no hay una única forma de escucharla, trasmitirla, proclamarla y hacerla vida. Fue fijada por escrito durante unos mil años y ahora la tenemos de forma definitiva. No es una camisa de fuerza que nos obliga sino un camino que nos conduce hacia la plena libertad. Cada creyente la va asumiendo personalmente; quien trata bien a sus semejantes ha entendido perfectamente la Palabra, aunque diga no saber nada de la Biblia o no pueda citar de memoria ningún texto; quien trata mal a otras personas, aunque pueda citar de memoria pasajes bíblicos e incluso leerlos o escribirlos en sus idiomas originales, no ha entendido nada de la Palabra (Cfr. Mateo 7,12). Dejemos que el Espíritu continúe su tarea leyendo, meditando y poniendo en práctica la Palabra de Dios para así tener siempre la vida abundante.
ORACION EN EL TERCER DOMINGO ORDINARIO -ciclo c-
Señor nuestro Jesucristo,
Palabra Eterna y Amorosa del Padre Dios.
Palabra penetrante
“como espada de doble filo”
que al mismo tiempo revelas
la Ternura Infinita del Buen Dios
y la perversidad del enemigo malo.
Te damos gracias,
porque a través de tu Espíritu Santo,
hiciste surgir mujeres y hombres
que captando el mensaje del Amor
guardaron en su memoria
los hechos maravillosos
realizados en la cotidianidad de la vida
y luego otros los fijaron por escrito.
Hoy te damos gracias
por tener las Santas Escrituras;
por poderlas leer, orarlas y entenderlas.
Gracias por las personas
que con sencillez y sabiduría,
procedentes de Ti,
nos las explican y nos revelan su sentido.
Gracias porque con la fuerza del Santo Espíritu
podemos llevarlas a la práctica
construyendo con nuestros semejantes
una mejor humanidad. Amén