Como arzobispo no me queda más que reiterarles mi profunda estima por el trabajo que hacen ustedes tanto en este Seminario como en la Universidad de los Andes; y pido a Jesús de Nazareth, aquel que es la plenitud de la verdad y el destino del hombre, que les guíe en sus caminos y que los haga servir al bien de esta sociedad emeritense.